Dentro de los por ahora ineludibles marcos ideológicos que encauzan (o constriñen) a cualquier gobierno, la acción política debe servir a la sociedad y a cada uno de sus integrantes, o a la mayoría. El gobierno que salga de 10-N debe dar a sus políticas un matiz liberal que, partiendo del respeto a la libertad, la igualdad (ante la ley y de oportunidades) y la democracia participativa, potencie la capacidad de los individuos para crear riqueza y establezca marcos sostenibles y justos de redistribución de los frutos económicos. Debe renunciar a una fiscalidad confiscatoria y distorsionante, restableciendo la exhaustividad de las bases imponibles y la progresividad de las cargas fiscales, así como orientando la asignación de los recursos resultantes de forma que se logre efectivamente la genuina igualdad de oportunidades por encima de la mera redistribución. Decía Indalecio Prieto que él era socialista porque era liberal. Pues que se vea.