Los principales países del mundo se han embarcado en un interesantísimo experimento regulatorio. Ante la evidencia de que la digitalización desborda la regulación existente en las finanzas, limitando el desarrollo de muchas buenas ideas (y otras tantas start-ups), reguladores y regulados han aceptado meterse en un «arenero» (un sandbox) para generar nuevas regulaciones que preserven los derechos de los consumidores sin cortar las alas al desarrollo.
El arenero (figurado) les aísla del resto, de forma que fuera de él no puede hacerse nada que viole la regulación vigente y dentro de él se puede hacer de todo hasta que la nueva regulación a prueba determine los nuevos límites y el momento de su generalización.
Esta excelente idea ya se está poniendo en práctica para la integración en el mercado de las fintechs(start-ups financieras). Sería bueno que se generalizase a la salud, el mercado de trabajo o, por qué no, el ámbito rural.
La aprobación de un «sandbox» rural sería toda una declaración institucional de intenciones de dotar al ámbito rural de un ingente atractivo para el emprendimiento, innovador y convencional, tecnológico y social. Leer el artículo completo aquí.