La Comisión de la UE, apoyada por países centrales, impuso la austeridad para limitar la crisis de la deuda soberana y la explosión fiscal que estaba provocando la crisis financiera, especialmente durante su rebrote en 2011.
Esa política, no solo no pudo evitar la ampliación de las brechas de desigualdad, sino que las agudizó. Hoy, la austeridad no va a ser posible porque la hemorragia económica y financiera del Covid-19 está rebosando los muros de contención del déficit y de la deuda y porque sería insoportablemente impopular.
Pero si la austeridad como política no debería volver, parece que lo que se va a imponer, en mi opinión, es la frugalidad como estilo de vida. La frugalidad se elige, mayormente porque es algo positivo. Puede ser fruto de la escasez de recursos, pero también de una opción por la vida simple y contra el exhibicionismo. La frugalidad es virtuosa. Que venga.