Afortunadamente (me apresuro a decirlo) tenemos la figura del ERTE, denostada en su día y alabada hoy, para contener la hemorragia laboral que causa el confinamiento.
Gracias a ello los datos de afiliación y paro de abril, llamados a ser “más que muy malos” solo han sido “muy malos”. La afiliación cedía, en el mes, mucho mas que nunca, mientras que el paro registrado también.
Pero hay dos indicadores que me interesa destacar. Siempre me he fijado en ellos, pero ahora son reveladores de lo que el limbo de los ERTE puede ocultar, muy inciertamente, para el futuro.
Estos son los contratos celebrados en abril, que se han reducido a poco más de un tercio de lo habitual (1,8 millones en abril 2019) y el número de beneficiarios de prestaciones del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), que se ha duplicado hasta los 5,2 millones (2,2 millones en abril de 2019).