Lo de la “mujer del César” no es lo que se cree. Para los romanos, dicha expresión significaba que una simple sospecha, por más que infundada, acaba estropeando la reputación de una persona.

Así que no bastaba con no ser eso que no se debe ser, sino que la virtud debía ser tan exquisita que nadie pudiese albergar la más mínima sospecha. Lo de “la mano en el fuego por..”, vaya.

Y hete aquí que, de sopetón, se nos presenta un caso en el que el poder político interfiere a coces en el gobierno de una empresa cotizada.

Y si ha trascendido, y cómo, lo de la dimisión de su CEO, aduciendo interferencias políticas, pues el pueblo de Roma no se va a quedar tranquilo y va a pensar lo que no debiera.

Ya hay víctimas… y vencedores. Pero antes de los próximos circenses, esto, lamentablemente, se habrá olvidado.

José Antonio Herce