Atajar el contagio o los límites del sesgo retrospectivo

En este final de marzo hemos llegado a un punto de la pandemia y todo lo que la rodea en el que, sin que se afloje el ritmo en la toma de medidas a cuál más restrictiva (pues-no-hay-otra-manera-de-pararla), las orejas del lobo económico se distinguen con toda claridad. Como es habitual, el segundo día hábil de abril (el miércoles 2) la Seguridad Social y el Servicio Público de Empleo Estatal darán las cifras de afiliación y paro registrado, respectivamente. Preparémonos sin aspavientos (y me refiero también a los economistas de la coyuntura) a recibir noticias tan malas como las que recibimos acerca del virus. Sin esperanza de que la cosa mejore en las próximas semanas. Soy realista, que conste.

Cerrar la vía de escape de la renta que se está produciendo, dejando de tomar o relajando las medidas de contención física de los contactos y cese de actividades productivas que afortunadamente se están tomando equivaldría a multiplicar los contagios a una tasa que ninguna sociedad toleraría, pues acabaría con ella llevando el contagio hasta sus límites naturales. Es decir, hasta que todos los individuos susceptibles de infectarse (ni mucho menos sería el 100%) lo estuvieran. Calculen Vds. El coste humano y social de eso porque yo no me atrevo.

La mayoría de los mortales, nos dicen los científicos, tenemos un potente “sesgo retrospectivo” en nuestra circuitería, determinada en buena medida por la evolución. Este sesgo determina que seamos miopes a la hora de anticipar el futuro por lo que lo descontamos pesadamente en nuestros cálculos formales o implícitos; y más cuando este futuro es desagradable (sesgo de aversión a la pérdida). Pero no todos los individuos lo son, ni de manera que no se pueda educar uno (o alguno) para compensarlos. Esto es, justamente, lo que distingue a un líder de otro mortal cualquiera (vid infra)

Viene esto a cuenta porque si hay algún cálculo que importa ahora no es el económico, sino el vital. Cuando por fin hayamos vencido al virus, porque lo venceremos (si hacemos las cosas medio bien), muchos pondrán el grito en el cielo por el coste económico, y muchos otros les secundarán. Algunos otros se darán perfecta cuenta de que parar el contagio es la señal de que el coste económico habrá merecido la pena, cualquiera que haya sido este coste económico. Quienes, además, hayan logrado limitar los dañinos efectos de la hemorragia económica en la boca de la fuga (la contención extrema de contactos y actividades no esenciales) sin cerrar esta vía de escape del virus, habrán hecho lo correcto.

Esta capacidad de “hacer lo correcto” solo reside en individuos visionarios y prácticos a la vez, que no teman equivocarse, pero que salten con red. Solo reside en los líderes. Y los líderes no deben tener sesgo retrospectivo. Solo ellos pueden gestionar a la vez las dos cadenas decisivas de esta terrible prueba: la sanitaria y la económica. Ordenándolas de esta manera. Siempre, sin que les tiemble el pulso y ordenando todos los recursos hacia este fin.

Limitar la hemorragia económica

Mientras se contiene, whatever it takes, la cadena del contagio, deben limitarse los daños económicos, pero sin evitar que los que sean ineludibles se produzcan y/o provoquen deliberadamente, cortando por lo sano incluso cuando el contagio amenaza con extenderse.

Porque ya estamos sufriendo en nuestros negocios, fábricas y hogares las consecuencias. Les propongo un orden siguiendo criterios (lo admito, subjetivo y basado en evidencia anecdótica, sin datos sistemáticos) de inmediatez y de tamaño (de mayor a menor) del daño. Se acompaña cada categoría con un párrafo sobre cuán protegidos están los agentes económicos en cada caso.

  • Los trabajadores autónomos. De lejos los primeros y, seguramente, los más afectados como grupo. Muchos de ellos titulares de micro y pequeñas empresas con un puñado de trabajadores. Incapaces de “virtualizarse” en condiciones o en absoluto por sus carencias propias o por la naturaleza de sus actividades.

Los remedios puestos en marcha para estos trabajadores dejan mucho que desear y las consecuencias de ello son impredecibles, en todos los planos. Desde no poder recuperarse tras semanas de cierre hasta pérdida de activos productivos y de confianza en sus reguladores. Los criterios adoptados en los decretos que les afectan se basan mayoritariamente en la “censura previa” de su elegibilidad para recibir las ayudas, prejuzgando su disposición a “aprovecharse” y actuar como “polizones” de los vehículos de ayuda. Lo cual es inaceptable. La muerte por contagio de falta de circulante afecta a muchos cientos de miles de estos trabajadores.

  • Las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas obligadas a echar la persiana por las medidas impuestas y reforzadas, en tiempo real. 

Tendrán a su disposición líneas de crédito y aplazamiento del pago de impuestos, pero no de retenciones y cotizaciones sociales de sus asalariados. Es más, tendrán que concederles a estos permisos retribuidos pendientes de negociar la recuperación de las jornadas perdidas en estos permisos, que pueden llegar de varias semanas. Pero todo el mundo sabe que los tiempos administrativos y formales de aplicación de estas medidas son incompatibles con la escala temporal vertiginosa del colapso de las cadenas de pagos y cobros. La muerte por contagio de falta de liquidez acecha a cientos de miles de empresas españolas, especialmente pymes.

  • Los asalariados de las actividades anteriores, que ya están siendo, se estima que muy por encima del millón y medio, protagonistas de ERTEs que, acertadamente se flexibilizaron en hora temprana, o despedidos. 

Los despidos se han acabado, habiendo sido reemplazados por los permisos temporales remunerados antes mencionados. Los afectados por los ERTEs, además de las prestaciones del SEPE tendrán la garantía de la reserva de su puesto de trabajo. Siempre que su empleador haya sobrevivido, claro. Porque si no ha sido así, el ERTE se convertirá en un ERE de extinción y faltaría más que eso no pudiera hacerse. El empleador tendría que llevarse a todos sus trabajadores a su tumba, como los faraones. Como nos descuidemos en el frente sanitario, las empresas que queden las heredarán los zombis o los (pocos) robots que tenemos, que tendrán que buscarse la vida, porque otra de las lecciones de esta crisis es que no estábamos preparados para la revolución digital (vid infra).

  • Las empresas que desarrollan actividades productivas no afectadas por el cierre temporal, por ser dichas actividades esenciales o tener aquellas fuelle económico y financiero suficiente. Y las empresas de los sectores que (algo bueno, como excepción) están “floreciendo” en esta horrible crisis sanitaria por ser decisivos en el abastecimiento y la logística general de esta situación extraordinaria.

A partir de esta línea de impacto emergen los casos de agentes económicos que no pierden con el Covid-19. Pocos se están dando cuenta de que esta línea existe y de que a un lado se sitúan millones de perjudicados, pero que al otro lado hay muchos millones más de agentes no (tan) perjudicados en lo económico y que constituyen el verdadero colchón de aguante frente a las consecuencias de la crisis, y no tanto los colchones fiscales o los helicópteros monetarios de los macroeconomistas.

  • Los asalariados de las actividades productivas no afectadas por el cierre temporal, por ser sus actividades esenciales o tener sus empresas fuelle económico y financiero suficiente…

Estos asalariados no van a sufrir merma en su empleo ni en su renta, puede incluso (y así debería ser) que recibiesen compensaciones extraordinarias por su esfuerzo y exposición al contagio. La protección para ellos no debe ser económica, sino de equipos adecuados y suficientes de protección frente al contagio, extremándose en su caso las medidas.

  • Los funcionarios, que conservan su empleo y sus salarios (repito el párrafo anterior mutatis mutandis).

Estos asalariados (los funcionarios también lo son, con algunos privilegios añadidos) no van a sufrir merma en su empleo ni en su renta, puede incluso (y así debería ser) que recibiesen compensaciones extraordinarias por su esfuerzo y exposición al contagio. La protección para ellos no debe ser económica, sino de equipos adecuados y suficientes de protección frente al contagio, extremándose en su caso las medidas.

  • Los pensionistas, que no van a empeorar sus pensiones, sean altas o bajas. Este ahora no es el problema, y perdónenme la crudeza hacia un colectivo que sigo creyendo merece la máxima consideración por parte de la sociedad (pero sin perder los papeles y sin aspavientos, que hay muchos a río revuelto…). No son más vulnerables que antes y visto lo que antecede, están emergiendo con más fuerza que los asalariados de esta prueba (siga leyendo por favor).

AHORA BIEN, este colectivo es el de máximo riesgo sanitario ya que son la diana del Covid-19. Los mayores, ellos especialmente (y me permito usar ahora explícitamente el lenguaje inclusivo). Su protección debe ser extrema en este ámbito (tan) vital y ningún recurso, equipamiento y personal especializado debe escatimarse.

Lecciones so far

Creo que estamos aprendiendo poco de esta crisis. No hay buenos notarios que estén tomando nota para que las extraigamos antes de que se nos olviden (y las conservemos en nuestra memoria colectiva), cosa que me temo sucederá en cuanto nos den el chupinazo de salida de la contención. 

Algunas de estas lecciones (no exhaustivas) podrían ser las siguientes:

  • Data, no matter what data y tecnología. Cada día, en condiciones normales, se producen pirámides comprimidas de datos que alguien aprovecha. Ahora también, y estos datos nos dan información decisiva sobre lo que está pasando. Datos activos, revelados por cada uno de nosotros, y pasivos (no data, good data). En nuestros smartphones está la verdad, ¡aunque mintamos! Yo no me escandalicé cuando el INE dijo que iba a explotar los datos de dos millones de usuarios de móvil para estudiar patrones de movilidad. Pero me escandalizo ahora al ver (quizá lo están haciendo, pero no lo veo) que no hay una task-force de 200 data analysts bajo la supervisión de los ministros de la cosa al cargo de la lucha digital contra el virus y la lucha para la virtualización de las actividades productivas (robots, automatización de procesos, cadenas de pago, economía colaborativa, blockchain aplicada, drones, drones, drones). El fiasco de la cacareada preparedness para el “reto digital” (como si fuera un concurso televisivo) es de proporciones planetarias y solo comparable al de “las generaciones más preparadas de nuestra historia”, que ha sido sideral. Especialmente en el seno de las administraciones públicas.

  • Planificación estratégica; es decir, la falta de… Porque llama la atención la inexistencia de planes de suministro y ordenación de materiales y servicios vitales en lo sanitario y en lo productivo, y su reflejo especular: la cadena de pagos y contrapartidas. La rigidez de las cadenas productivas para que, en vez de parar en seco, se reconviertan en fábricas y cadenas de suministro de bienes y servicio propias de una economía de guerra. En 2004 escribí esto para el Real Instituto Elcano, en relación al SARS (https://www.researchgate.net/publication/5022469_Could_this_ever_happen_in_Spain_Economic_and_policy_aspects_of_a_SARS-like_episode). Entonces los economistas españoles prestaban poca atención a este tipo de asuntos. Pero el RIE los tenía bien presentes. Recomiendo (perdónenme la inmodestia) su lectura. Teníamos una Agencia Española de Evaluación (la AEVAL). Me pregunto qué han estado haciendo todos estos años. En octubre de 2011 se aprobó la Ley 33/2011de Salud Pública (https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-2011-15623) que, por adanismo (una enfermedad política más contagiosa que el Covid-19) de los oponentes y por pérdida de “memoria propia” de los “suyos mismos” se ha quedado sin desarrollo. ¿Han oído Vds. al (o la) responsable máximo de la Dirección General de Salud Pública en las comparecencias? Sí, ya sé que el Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, el Dr. Fernando Simón, al que compadezco empáticamente, con rango de subdirector general, lo ha hecho diariamente varias veces al día. En el contexto de una buena planificación no habría ocurrido el desastre lamentabilísimo de las residencias de mayores.

  • Y, esta vez, en positivo, la emergencia del voluntariado y lo colaborativo y de la tele-auto-organización desde abajo. Miren, están cayendo muchos cientos de miles de empleos y bajando la persiana otras tantas actividades de autónomos y micro y pequeñas empresas. Ello conlleva una recesión para el conjunto de 2020 que muchos economistas estiman ya en una caída de 5 puntos porcentuales del PIB respecto a 2019. Es el escenario conservador (www.nadaesgratis.es), y está abierto. Pero si los bienes y servicios que se están produciendo en la cadena benditamente informal que se está organizando cotizasen en los mercados de bienes y servicios (recalco la redundancia), entonces veríamos que… ¡el PIB y el empleo el PIB y el empleo están creciendo! El día que sepamos utilizar de verdad nuestros smartphones lo veremos con meridiana claridad.

Como verán, no todo son malas lecciones que debemos aprender de esta crisis. Tomemos nota y a la vez que damos pasos de gigante para interiorizarlas, creando las instituciones adecuadas, aprovechemos las ingentes oportunidades de avanzar hacia la sociedad y la economía de la era digital que se nos abren con motivo del Covid-19.

Una de dos, o esta gran crisis epidemiológica se ha adelantado a nuestra preparación digital (y de todo tipo) o nuestra preparación digital (y de todo tipo) era muy insuficiente para afrontar una crisis como esta a la vista del desaguisado. Naturalmente, los virus no ven los telediarios.

La cadena de liderazgo y el sesgo prospectivo

Convendría releer a Tsun Zu, el estratega que todo el mundo estudia en las Escuelas de Negocio… Da pena. ¿Cuántos gurús no lo han nombrado en sus interminables y repetitivas conferencias? ¿Cuántos soi-disantlíderes no han soñado con aplicar sus enseñanzas en sus direcciones generales institucionales o corporativas? ¿Cuántos lo han llegado a tomar en serio? Todos y ninguno. Solo el ejército hace Planes de Contingencia dignos de tal nombre. Incluso por si Mars attacks.

Esta pandemia ha expuesto críticamente las muchas cadenas implicadas en la vida social, en la que también se anida la vida económica, aunque muchos supediten esta a la primera. La cadena sanitaria, la cadena productiva de suministro, la cadena de pagos y circulante. Pero también la cadena de mando político. No vale aquello de “que buen vasallo si hubiera…”. No vale aquello de “si hubiéramos sabido lo que iba a pasar”.

Un verdadero líder (lenguaje inclusivo, que conste), y ya no digo un buen líder, no puede permitirse sufrir del maldito sesgo retrospectivo que castiga a los mortales herederos de Adán y Eva, que traicionaron a su dios. Un verdadero líder debe ser una excepción a la regla, el mejor de su generación, un Newton que cabalgue a espaldas de gigantes. Un tipo que sufra de sesgo prospectivo, esa especie de enfermedad que solo sufren los enviados de los dioses. Que vea venir las cosas. Un tipo que, cuando vea llegar al Filípides de turno, destrozado y a punto de exhalar su último aliento sepa ya lo que va a decir: niké, niké, niké (googlead).

ooOoo

En fin, amigos. Me diréis, ¿y qué propone Sr. Herce? Os remito a las muchas propuestas que he hecho desde hace días en todo tipo de medios y que se encuentran más abajo en mi blog, aquí y aquí. Me he centrado en ambiciosos esquemas de mutualización del riesgo económico que sufrimos. Un riesgo dinámico, a la vista del que solo nos podemos proteger con una gigantesca póliza de seguro social (obligatorio). Os invito a que lo hagáis.

Como desconfío de que esta propuesta pueda aplicarse, por motivos más ficticios que reales (resistencia al cambio -algunos dirán que si son inviables o que si los “polizones”- … leed, leed) pues dejo de insistir en ellas, y vuelco toda mi (minúscula) capacidad de influencia en apoyar a lo micro, lo colaborativo y el voluntariado. Ya he hecho algunas propuestas que mis seguidores en “tuiter” (mi red social favorita) habrán detectado y que estoy moviendo con tecnólogos y agentes corporativos. También os animo a que apoyéis y sigáis atentos a las brillantes iniciativas que están surgiendo desde abajo en toda España, incluida la España Vacía (Sergio del Molino) y fuera de ella. Seguiremos en la brecha. Confiad y luchad desde vuestra trinchera contra el Covid-19.

José Antonio Herce